El teletrabajo mitigó el impacto económico del Covid, pero puede ser un caballo de Troya para el mercado laboral

Si el teletrabajo no hubiera existido, el impacto económico de la pandemia hubiera sido mucho mayor. Así de claro lo recuerda el informe The future of work and the ReRo revolution (El futuro del trabajo y la revolución de la automatización y el teletrabajo), elaborado por Deutsche Bank. Sin embargo, los nuevos modelos híbridos también traen consigo grandes desafíos, tanto para las empresas como para los empleados e, incluso, los gobiernos.

La relación de los propios trabajadores con este formato ha ido oscilando a lo largo de la pandemia entre el enamoramiento y el desencanto, pero, en términos generales, el citado informe refleja que las personas demandan cada vez un mayor porcentaje de teletrabajo. En el caso de España, mientras que en mayo de 2020 la mayoría pedía algo más de dos día de trabajo en remoto a la semana, este reclamo superaba los tres días en agosto de 2021. Estados Unidos es el país en el que más se ha instaurado este modelo: los empleados requerían alrededor de dos días y medio de teletrabajo al comienzo del Covid, mientras que rozaba los cuatro al comienzo de este curso.

El porcentaje de empresas que permiten teletrabajar al 100% aún es muy reducido, pero el peso del mismo ha aumentado considerablemente. Antes de la pandemia solo el 5% de las compañías estadounidenses tenían a al menos un 40% de sus equipos teletrabajando más de tres días a la semana. Un porcentaje que llegó al 72% durante el confinamiento y que se espera que se mantenga alrededor del 38% cuando la situación se haya superado.

No se puede pasar por alto, sin embargo, la gran brecha que existe entre quienes disponen de esta opción y quienes no. Así, en Reino Unido, el teletrabajo es más frecuente entre quienes están especializadas en el ámbito de la informática o las matemáticas (68%) que en las ventas (17%). Las personas con un cargo de responsabilidad se sitúan en la parte alta de la tabla (67%), aunque superadas por las ocupaciones profesionales (69%). Por el contrario, los operarios son quienes menos disfrutan de esta modalidad (5%).

Una desigualdad que es especialmente patente en los salarios: cuanto mayor es la remuneración, mayor es el porcentaje de teletrabajo. Mientras que alrededor del 73% de las personas que cobran más de 50.000 libras anuales (59.827 euros) han trabajado en remoto como consecuencia de la pandemia, este porcentaje cae al 12% entre quienes ingresan menos de 10.000 libras al año (11.965 euros). Además, el trabajo remoto supone un ahorro de alrededor de 3.000 dólares al año (2.763 euros) para cada individuo, según estima el estudio, gracias a la reducción de gastos en el transporte.

Pero estos formatos híbridos tienen sus pros y sus contras. Entre las ventajas, la mayoría destaca que completa más rápido sus tareas o que ha mejorado su bienestar. En el lado contrario, la falta de colaboración se postula como la principal desventaja. Llama la atención cómo algunos aspectos son percibidos de manera muy diferente para las distintas generaciones.

Si bien el teletrabajo es una herramienta para mejorar la conciliación para el grupo de edad que va entre los 50 y los 69 años, el mismo formato ha roto el equilibrio entre la vida personal y profesional de los más jóvenes (entre 16 y 29 años).

Pero el teletrabajo también puede ser un caballo de Troya para una transformación más radical del mercado de trabajo, alerta Deutsche Bank. Un ejemplo es el auge de la llamada gig economy, que permite la subcontratación a través de plataformas web por periodos muy cortos de tiempo, pero con un importante descenso del bienestar y la seguridad laboral. Este sistema guarda una estrecha relación con la automatización, pues reduce el tiempo de gestión de empleados: un algoritmo –en lugar de una persona– asigna tareas para cada uno de los trabajadores. Esto sería la base para un cambio de la compensación basada en salario a los pagos por hora o por proyecto.

Todo ello abre la puerta a nuevos debates: “¿Se debería pagar menos a quienes trabajen en remoto desde ubicaciones más económicas dentro del mismo país?”, plantean desde Deutsche Bank. La deslocalización hacia países emergentes, que ya venía despuntando en los últimos años, podría intensificarse. Un movimiento que afectará también a los gobiernos, que deberán desarrollar nuevas leyes, sistemas de recaudación y de seguridad social para adaptarse a la nueva realidad.

(Noticia extraída de Cinco Días)